domingo, 15 de diciembre de 2013

No podemos no comunicar

Siempre estamos comunicando, aún cuando permanezcamos callados sentados en un rincón. Si dos personas están juntas, hay comunicación. No podemos no comunicar. Podemos no actuar pero no podemos no comunicar. Nuestro silencio habla. Nuestros gestos hablan. Nuestro movimiento o nuestra inmovilidad, hablan. Sin proferir una sola palabra podemos estar diciendo a alguien que es un idiota y que no nos interesa lo que nos cuenta, y esto, a menudo, sin que esté bajo nuestro control. Es decir, que hay que tener cuidado porque gran parte de lo que comunicamos lo hacemos involuntariamente. 


Bien, así es que estamos callados en nuestro rincón, con la mirada perdida en el infinito, en esa fiesta a la que no queríamos acudir, divagando en nuestras cosas con un vaso en la mano, pensando en qué demonios hacemos allí, y entonces se aproxima él, el idiota, y de las cien personas que pululan por allí charlando y riendo va y fija su atención en nosotros, casi mimetizados con la pared, y comienza su retahíla. Después de la sorpresa inicial y de cerciorarnos de que no se trata de un sueño sino que es real, que está ocurriendo ahora, en este universo, nos apuramos el vaso y abrimos bien los ojos y pensamos: dios santo, pero qué dice este idiota? Nos recomponemos en un intento de que estos pensamientos no se trasluzcan pero, a la vez, no podemos evitar conocer el principio de que siempre estamos comunicando, así que sonreímos, dejamos de sonreír, asentimos con la cabeza, negamos, subimos las cejas, las bajamos, querríamos permanecer impávidos para no comunicar, pero nada de eso sirve, pensamos, se va a dar cuenta, va a recibir nítidamente nuestro mensaje: pero a mí qué me cuentas, idiota?

Afortunadamente no se da cuenta porque realmente es un idiota y todo acaba en pocos minutos cuando nos derrama su cerveza encima del traje y nos sentimos agradecidos porque por fin nos podemos ir a casa a comunicar lo que nos de la gana.

Todo esto para hacer una reflexión sobre la comunicación, ya que en el proceso de mediación no hay otro puente, no hay otra herramienta para llegar a entendernos. El mediador debe estar atento a qué se comunica, quién, cómo, en qué momento. Qué hay detrás de lo que se dice. Qué hay detrás de lo que no se dice. Qué comunico yo cuando callo? Atendemos, habitualmente, a la comunicación digital y descuidamos la analógica, siendo ésta más importante pues no la controlamos en la misma forma. Cuando hay un desajuste entre ambas, percibimos que algo no va bien. Las palabras dicen algo y los gestos, el tono, la mirada, dicen otra cosa. La comunicación analógica nos delata.


José Samiñán

No hay comentarios:

Publicar un comentario