viernes, 29 de noviembre de 2013

Mediación y dogma: la manzana envenenada

Un sinfín de debates en las redes sociales y en foros profesionales, particularmente a raíz de la entrada en vigor de la ley 5/12 de mediación en asuntos civiles y mercantiles, en torno a qué es o no mediación, qué escuela y modelos formativos son o no los adecuados,  que profesiones son las idóneas para la práctica de esta modalidad ADR, etc., además de constatar que cada cual “habla de la feria como le va (o le puede ir) en ella”, no consiguen silenciar el eco de la sospecha de una respuesta negativa a esta pregunta:  ¿hablamos todos de lo mismo?

Y es que, al margen de los siempre legítimos intereses de cada cual, el término mediación puede englobar una pluralidad de ámbitos de actuación, pero la disparidad, alcance, consecuencias e implicaciones de cada uno en particular, son de tal magnitud que difícilmente pueden generalizarse conclusiones universalmente, porque lo que vale para unos no necesariamente vale para todos los demás. Y esto, que afecta a la práctica profesional, a la formación inicial, a la formación específica, a la formación permanente, a la regulación normativa, a la divulgación,…es algo que, en mi opinión, sistemáticamente se obvia en casi todos los debates. La biodiversidad es un regalo, también para la mediación. No sé por qué nos empeñamos en encorsetarla, reglamentarla, uniformarla y asfixiarla. Empecinarse en continuar hablando de mediación, obviando las particularidades de sus múltiples ámbitos, no va a clarificar el horizonte de ningún debate. 

La mediación, como procedimiento alternativo de carácter extrajudicial en su versatilidad de manifestaciones prácticas,  ha perseguido desde sus orígenes facilitar y mejorar el acceso a la justicia desde el más escrupuloso respeto a la libertad de las partes en conflicto, caracterizándose así la mediación, como un instrumento de conciliación, donde las normas dependen de los valores e intereses de las partes en un proceso informal basado en la libertad del compromiso personal.

Pero, la mediación puede ser algo más que esto. La percepción de los fundamentos para la mediación como alternativa a la controversia entre adversarios, al igual que el efecto de los convenios derivados de esta, permitiría instruir a los participantes acerca de las mutuas necesidades y ofrecer un modelo para conciliar desavenencias futuras. La mediación facilitaría un instrumento de ayuda para trabajar juntos, aislando los problemas que requieren decisiones, concluyendo que con cooperación todos pueden obtener beneficios.

A diferencia del proceso judicial, el énfasis no se hace en cuanto a quién tiene la razón o no, ni a quién gana o pierde, sino en establecer una solución práctica que satisfaga las necesidades únicas del participante. Esto nos llevaría a considerar la mediación también como un activo intangible en la resolución de conflictos. Los activos intangibles tienen su origen en los conocimientos, habilidades, valores y actitudes de las personas, se les denomina en economía Capital Intelectual. Se consideran activos intangibles las capacidades que se generan en las organizaciones, cuando los recursos empiezan a trabajar en grupo.

En este sentido, tanto las administraciones públicas implicadas en la implantación de medios alternativos para la resolución de conflictos, en sus diversos niveles: comunitario, estatal, regional y local, como los demás agentes sociales y organizaciones intervinientes, deberían comenzar a considerar a la mediación como un valor añadido en sus estrategias de acción social.
Un activo intangible de la organización social, que si es gestionado y medido convenientemente, se transforman en una fuente de ventaja convivencial sostenible capaz de proporcionar valor organizativo y traducirse en beneficios importantes para el conjunto de la comunidad. El conocimiento asociado a una persona –en este caso el mediador- y a una serie de habilidades personales y técnicas –la mediación- se convierte en sabiduría, y finalmente en conocimiento asociado a una sociedad y a una serie de capacidades organizativas que se convierten en Capital Intelectual.

Podríamos definir conceptualmente la mediación, desde la perspectiva de la  Gestión del Conocimiento, como el conjunto de procesos y sistemas que permiten que el Capital Intelectual de una sociedad aumente de forma significativa, mediante la gestión de sus capacidades de resolución de problemas de forma eficiente, con el objetivo final de generar ventajas de convivencia sostenibles en el tiempo.

En consonancia indirecta con la formulación de las teorías cuánticas formuladas por el físico Richard Feynmann en el sentido de que un sistema no tiene una sola historia, sino todas las posibles, la mediación potencialmente permitiría todas las soluciones posibles en la resolución de un conflicto.

La exigencia ética demandada por la actual crisis de valores requiere acciones que promuevan líneas de convergencia en la resolución de conflictos, en todos los ámbitos, alejadas de la confrontación. Esta demanda social, expresada con mayor o menor acierto en sus formas, entronca con el germen de una ética del futuro basada en valores universalmente reclamados como son la igualdad, la libertad, la paz, la tolerancia y la solidaridad, entre otros.

La mediación se inscribe en esta exigencia ética intercultural de resolución de conflictos, por lo que no es extraño que algunos autores encuentren paralelismos entre los principios que inspiran a este instrumento de conciliación con las formulaciones de la ética discursiva. La ética intercultural apuesta por la reconstrucción de las condiciones discursivas elementales para un diálogo basado en la reciprocidad entre diferentes modos de vida.

La ética discursiva –al igual que la mediación- considera que somos capaces de entendimiento y cuando dos partes acceden a resolver el conflicto con el instrumento de la mediación, presumimos que están dispuestas a llegar a un entendimiento. La mediación, igualmente, debe asegurarse que la resolución del conflicto sea una solución de futuro generando soluciones viables para la situación, y buscando arreglos creativos,  no sólo para resolver el problema existente, sino para establecer nuevos escenarios de acuerdos para el futuro. En definitiva, no solo resolver el conflicto, sino también prevenirlo.

La mediación ha evolucionado, en conclusión, como un instrumento de conciliación global, que puede encauzar la dialéctica de los más diversos conflictos de intereses en una praxis efectiva de resolución ética y justa de los mismos en acciones coordinadas multidisciplinares y que representa un valor añadido intangible con proyección de futuro en beneficio de la comunidad.

Pretender uniformar esta pluralidad de planos de actuación de la mediación y circunscribirla al tamiz de los estrechos márgenes de una profesión en particular, de una escuela o modalidad formativa concreta, o de una práctica determinada de llevarla a cabo, siempre excluyentes, pretendiendo ajustarla a los estándares, en una u otra dirección, que pretenden dictar algunos gurus de la incipiente mediación patria, sin saber muy bien quien, ni dónde, ni por qué se han erigido en custodios del patrón y la vara de medir de la ortodoxia, me resulta cada día más desconcertante. O quizá no.

Andrés Vázquez


1 comentario:

  1. Siempre tenemos "miedo"a lo nuevo, a "cambiar", y creo que cuando antecede la palabra "alternativo", miramos con desconfianza, ya que puede que rompan las estructuras establecidas y que al no poder "etiquetar" alguna cuestión aumente esa desconfianza y miedo. Porque etiquetar es encasillar y la mediación debería librarse de colocarse a favor o en contra, únicamente podría estar por el bien común.

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